Por una tradición mal entendida y reforzada por la forma de expresarse las administraciones y el propio sector productor (siempre en singular), en la mayoría de cocinas sólo se tiene un aceite obtenido de las aceitunas porque se piensa que todos son iguales, si es que se piensa, que yo creo que la mayoría de los consumidores ni siquiera se lo cuestionan. Es más, no es extraño ver comprar aceites de semillas, generalmente aceite de girasol refinado, en supermercados situados en zonas productoras de aceites de oliva vírgenes, incluso por miembros de familias que poseen olivar. Si les preguntas porqué lo compran siempre te responden que lo utilizan para realizar salsas de sabor suave como la mahonesa.
¿Somos conscientes de los distintos tipos de aceites que se obtienen de las aceitunas? ¿Conocemos las características sensoriales generales de cada uno? ¿Sabemos usarlos? Todos estaremos de acuerdo que falta esa cultura general básica, de los AceiteS de Oliva equivalente a la que se tiene sobre zumos de naranja o sobre vinos. Cualquier consumidor sabe que dependiendo del origen del zumo de naranja tiene un sabor u otro y más o menos beneficios para la salud; y no será experto en vinos, pero si sabe que la elección del vino depende del plato al que acompañe. En ambos casos saben que hay una gran diversidad de matices sensoriales y que todos no son iguales.
El sector productor está haciendo un gran esfuerzo, en los últimos años, para conseguir unos Aceites de Oliva Vírgenes Extra de alta gama, auténticos manantiales sensoriales para el disfrute del consumidor, cada uno con una personalidad sensorial propia y diferente del resto y me pregunto, ¿sabe el consumidor descubrirla?
Un buen cociner@ debería poseer una buena colección de AceiteS de Oliva para tener la oportunidad de elegir el más idóneo según el plato y experimentar con los distintos atributos sensoriales que enriquecerán cada plato de manera diferente.
¿Qué opinas? Déjame un comentario contándome tu experiencia y como los usas.